Dicen las crónicas que Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre, Eduardo Wilde o Julio Roca fueron algunos de las personalidades que cruzaron aquel portón de hierro ubicado en ese entonces al fondo de la hoy, calle Becerra. En alguna tarde de verano, sus galerías, sus amplios salones con sus pisos cubiertos con alfombras, la vitrina con la vajilla y en la parte superior aquel reloj señorial y el candelabro dorado, pudieron haber sido testigos preferenciales, por qué no? de triviales o interesantes conversaciones sobre la política y las problemáticas de la época con los propietarios de aquella construcción de la cual el río Paraná era parte de la escenografía para aquellas escenas.
Cuántos de los que pasamos hoy en día por su predio, imaginando y teniendo en mente viejas fotografías nos preguntamos, mirando desde la hoy entrada en la calle Colón o ubicados desde la barrera del ferrocarril cómo hubiera sido vivir en este lugar? Cómo hubieran transcurrido los días de un vecino de Campana en la Casa de los Costa?
Eugenia tuvo ese privilegio. Junto a su familia, hacia finales de la década del 50, disfrutó de lo que podría decirse una posibilidad única, que amén de los famosos Costa, pocos campanenses pueden ostentar.
Antes de cumplir los tres años, junto a su papá, Juan Medina, su mamá Raquel Avanzi, su hermana Mónica, una tía y su perro lobo, disfrutaron durante casi 5 años de un sueño, una aventura.
La familia Molina. Juan, Raquel y sus hijas Mónica y Eugenia.
Lo cierto es que siendo empleado de Cometarsa, Juan recibió el ofrecimiento de ser conserje del club que la empresa había ubicado en ese predio.
La no existencia de la empresa y que "la casa " haya sido utilizada como un club no es más que parte de una triste historia nacional que refleja los devenires de ciertas políticas económicas y lo poco, por ser benévolos, que desde siempre se cuidó del patrimonio histórico de una ciudad o de un país. (Aunque este no es el tema de la nota).
Lo que para muchos sean recuerdos muy borrosos de los primeros años de vida para Eugenia (nuestra testimonio privilegiada) fue una época "difícil de olvidar". Y recuerda: "nosotros pasamos de vivir en una pequeña casa del Barrio Obrero a vivir en esa mansión"… "Mi papá era encargado del Club en los momentos que no trabajaba en fábrica y cuando el cumplía su turno, lo reemplazaba en la atención Jesús Suarez". La casa de los Costa un club? "Si, además de estar abierto todos los días, se servían minutas, para los empleados y embarcados y se hacían fiestas, después del corso, que llegaban hasta la madrugada que se hacían, no solo en los dos salones sino también en el playón".
Eugenia, que por esas cosas de la vida y de los pequeños parientes que califican a algunos familiares sin pensar en las consecuencias, es conocida como Lily y en su latente recuerdo, amén de los años transcurridos, describe la casa y cuando lo hace es como el tener la posibilidad de hacer esa visita guiada que lamentablemente hoy no podemos hacer.
Cómo acordarse de tanto cuando se es muy chica? "Es que yo disfruté cada uno de esos momentos en ese lugar, fui muy feliz ahí". Y cual guía de turismo, ingresamos a la casa de su recuerdo: "Al ingresar nos encontrábamos con dos salones muy grandes divididos por dos puertas enormes, cada uno de ellos con un hogar. En el primero de ellos funcionaba el club, que tenía su barra, sus mesas (para comer minutas y picadas y jugar) también había un billar. Su piso era de madera como en la mayoría de las habitaciones de la casa. Al otro salón le decían el damero. Las puertas que los separaban se abrían para realizar las fiestas. Nuestras habitaciones, las tres, aunque las de mis padres era grandísima) estaban atrás de los salones y daban a la parte trasera del edificio. Todo en la planta baja, donde también había dos baños, uno de ellos con una bañadera con pié, separados también por una puerta".
"En el piso de abajo también funcionaba la cocina. Lo particular era un sótano de gran tamaño, donde entre otras cosas, se guardaban los elementos del corso, con el sillón de la reina. Yo, continúa Eugenia, solía esconderme pudiendo ver un pasadizo al cual mi papá le colocó dos rejas porque solían meterse por ahí algunos indigentes".
Y qué había en la parte superior del edificio? "En ese momento, las oficinas de Cometarsa a las que se accedía por una escalera muy grande de madera que tenía un gran espejo en el descanso". "Como niña inquieta que era, subía esa escalera. Mi familia, para evitar que yo lo siguiera haciendo, un día se disfrazó como fantasma y parece que ahí encontró la solución".
Eugenia o Lily, sigue describiendo y diferencia que los cuartos de arriba conservaban en sus paredes, una decoración más refinada: las paredes enteladas y lámparas refinadas. "Pero ahí no se subía", repite como si su papá se lo estuviera indicando. En cambio, en la planta baja y en el salón damero todavía quedaba una gran mesa y las paredes simplemente estaban pintadas prolijamente pero nada fuera de lo común.
El paso de los años y los recuerdos son inversamente proporcionales? No parece ser el caso de Eugenia. Esos cinco años tienen la vigencia del ayer inmediato. "Es qué allí jugábamos adentro y afuera de la casa, con mi hermana, con mi primo y con unos chicos de apellido Perez que también se acercaban con nosotros, sobre la barranca donde estaban las tumbas de los perros, sentándose en el banco, bajo el palo borracho que había en el playón o cruzando un pequeño puente que nos acercaba a la casa donde antiguamente vivían los criados. No había muchas viviendas en aquella época. Cómo no recordar esa etapa tan linda donde teníamos la posibilidad de realizar cumpleaños y reuniones familiares en ese lugar donde, al menos en ese período se mantenía muy limpio y muy cuidado".
Dice Gabriel García Marquez que "La historia, la vida, no es lo que pasó sino lo que uno recuerda y como lo cuenta". Eugenia parece darle la razón.
Gracias Eugenia Medina por compartir tu recuerdo de la Casa de los Costa! Esperamos recibir muchos más.
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