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La Casa de los Costa
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Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoCasa de los Hermanos Costa - Fundadores de Campana

Vía https://www.laautenticadefensa.net - Edición del 03/oct/2021






Oscar Serrano

Sus paredes no están. Solo quedan algunas columnas. Pero la historia de la "Casa de los Costa" es más que un edificio. Y está intacta en la cada historia, en el recuerdo y en la memoria de cada campanense. Por qué no compartirlas? Hoy el recuerdo es el de Oscar Serrano. ¿Para cuándo el tuyo?


Las casas de los Costa; la residencia de verano

Por Oscar Serrano (parte 2 de la serie. Ya publicadas parte 1 y 3)

En junio de 1885, percibiendo que el nuevo pueblo crecía en sus demandas municipales, Luis Costa inauguró una residencia más amplia y llena de comodidades, colgada del borde mismo de la barranca, a unos cien metros de la actual mansión (entonces en construcción), separadas una de la otra por el espacio que hoy ocupa la aduana y la bajada de la calle Colón. La pieza fotográfica que conservamos y reproducimos, en este caso, a la vez que preserva, nos induce al error. Pero si volvemos la vista y observamos mejor, por entre la arboleda, para el lado de la casa de los Costa, vemos que asoma otra construcción: es un edificio gemelo, igual al que vemos en la fotografía. Entonces vale corregir lo que dijimos al comienzo: al cruzar el lugar por donde hoy baja la calle colon en dirección al río, del otro lado, casi donde hoy se alza la aduana, comenzaba un conjunto arquitectónico gemelo, de dos construcciones que se repetían, la segunda a unos cien metros, la más visible porque asomaba por el borde de la barranca,

La permanencia de los Costa en Campana era por lo general muy breve; una prueba de ello es que siempre se limitaron a administrar el arriendo de los campos, fiscalizar cosechas, embarques, etc. operaciones para las que, por otra parte, tenían su personal de confianza, y luego de ver que todo marchaba bien, o no, volvían a sus residencias porteñas. Y los Costa no sólo tuvieran alquilados los campos, sino el viejo talar y hasta es posible que la planta baja de la actual mansión.

La residencia de verano no estaba a la altura de los tiempos y quizás nunca llegó a satisfacer a sus propietarios. Pese a todo insistieron con estas construcciones. Era la moda tener una estancia con un casco semejante a un castillo inglés o a un palacete francés, es decir construcciones de cierto realce a las que se invitaba a los amigos prestigiosos cuando las temporadas de teatro habían concluido, cuando hacía demasiado calor para pasear por Palermo, etc. Desde las ventanas o la veranda de la casa, se podía ver el ferrocarril, los talleres, el puerto saturado de barcos y el río color marrón que arrastraba camalotes.

Es más: cosas que sucedieron en la residencia el imaginario colectivo las trasladó a la mansión. Además, para quien lea sin advertencia algunas descripciones, como en un libro reciente, con abundante información sobre los primeros años de la ciudad, Campana Epopeya pionera, página 122, confundirá inevitablemente la residencia de verano con la mansión solariega.

Años más tarde, por 1898, los Costa alquilaron la residencia de verano a M. (ó N.) B. Whitehead que fue el primero en advertir las óptimas condiciones del inmueble para hotel y bar. Alídes Cruz nos dice que fue Sofía Costa quien la alquiló en 1902. El Hotel Paraná, regenteado por Whitehead ofrecía borracheras inolvidables a los marineros que deseaban olvidar. Un cartel en inglés ofrecía vino y otras bebidas alcohólicas a todo connacional que pisara el establecimiento: The only english-american hotel-bar. The best sparkling wines and spirits.

Luego, no sabemos cuándo, se le alquiló a Herman Grimmer para que instalara allí un hotel. Grimmer era un romántico que cantaba esa balada con letra de Heine donde la sirena Loreley, a orillas del Rhin, atraía a los marineros con su canto desde lo alto de una roca. Grimmer imaginó la barranca como la roca ubicada en la ribera del Rhin. Y así le dio nombre de sirena a la casa que miraba al río Paraná. Nada que ver con Wagner y los Nibelungos, pero el lugar atraía a los marineros que recalaban en el puerto de Campana. Por muchos años el nombre HOTEL y PENSION LORELEI, (con ´i´ latina), pintado toscamente en la parte que miraba hacia el río, borró el recuerdo de los Costa y de los ilustres amigos que visitaron aquellos salones. Pero su ruina comenzó con la guerra del catorce. El era un ciudadano alemán y ocurría que sus residentes eran por lo general ingleses, de modo que se quedó sin residentes. Ningún ciudadano inglés decente o al menos patriótico debía tener comercio alguno con ciudadano alemán. Las cartas de Grimmer solicitándole más plazo para el pago a la inflexible Sofía Costa son desconsoladoras. Hablan que en tiempos de bonanza, así lo refiere Pereyra en viñetas que nos han llegado sólo en forma oral, se celebraban fiestas inolvidables y privadas. Pero el eco de esas reuniones sociales se fue con sus curiosos huéspedes, exaltadas bacantes y paredes permisivas.



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