Muchas fueron las funciones que cumplió la casa de los Costa después que los fundadores de Campana dejaron estas tierras.
En esta oportunidad nos apartaremos por un momento de la documentación escrita y recurriremos a ese registro confiado a la memoria, a la tradición oral esa que se transmite de generación en generación con testigos presenciales que nos dará luego la posibilidad de someterlas en otra oportunidad a la crítica documental, historiográfica y así tomar contacto con las vivencias de la gente común y por supuesto sus emociones al compartir sus recuerdos.
Este tipo de testimonios permiten conocer otra parte del pasado. De Eduardo y Luis muchas son las fuentes y la bibliografía con la que contamos pero, con los testigos directos, revivimos el pasado desde otro lugar permitiéndonos conocer como algunos de nuestros vecinos comparten sus recuerdos de "Casa de los Costa".
Una de nuestros testimonios es el de "Sisy" Petrosino nos cuenta: "Sofía (Costa Bracht) había nacido en Capilla del Señor y vivía en Capital Federal, en la calle Cuyo (hoy Sarmiento) su casa era lindante con la de Don Domingo Faustino. Sofía solía venir a Campana en verano". El conocimiento que nuestra vecina tiene de parte de la familia Costa se relaciona desde muy chica "Mi mamá era ahijada de María Luisa y mi tío José era ahijado de Sofía. Sofía venía a mi casa y con mi mamá se criaron juntas. Es más, mi mamá tenía su dormitorio en la casa de los Costa." (…) "el terreno de la casa donde hoy vivo, en la calle Belgrano, fue parte del regalo de casamiento de Sofía a mis padres".
Continuando con su relato dice "Cuando fue la explosión en el 34, Sofía se salvó porque no estaba en Campana, estaba en París". Las puertas quedaron arribas de las camas!!
En la sala, Sofía que era concertista, tenía un piano de cola, arriba caía una bola de cristal como una araña y en el comedor, había un cuadro muy importante y una vitrina con platos azules y donde todos tenían el nombre de cada uno de los familiares.
En el piso de abajo estaba la cocina y un cuartito que usaban para planchar. Un patio con una especie de pasaplatos. En ese patio, al aire libre había dos macetones (uno está en la planta baja de la Municipalidad) "Y no es un brocal como dicen" (…) "Eran dos macetones que contenían malvones" (…) Manuel y Gloria Rodríguez atendían a Sofía. Ama de llaves y chofer, respectivamente, Vicente era el cocinero y "los Macía", quienes vivían sobre Becerra y Colón, eran los jardineros" (…) "Sofía tenía novio: Jacinto Pancho Fernández, que vivía al lado de la Farmacia por la calle Real. Nunca se casaron" (...) "Una de las visitas que recibía era al de su primo quien en 1982 fue Ministro de Relaciones exteriores de nuestro país: Nicanor Costa Mendez" ("Canoro").
Otra vecina, Lucy Vetovalli, café mediante al inicio de la charla y al preguntársele ¿qué hecho singular tiene de "la Casa"? Nos responde: "Ahí se filmó una película". Rápidamente de nuestra parte hacemos referencia a que algún dato nos llegó de eso. ¿Era sobre vampiros a inicios de la década del setenta? le preguntamos. Y Lucy nos comenta: "No me refiero a esa. A principios de la década del 50, aún en vida de Sofía, conocida como la niña Costa, el espacio supo ser escenario de una película nacional con un singular final. La película se llamó El diablo de las vidalas".
La crónica señala que fue una película en blanco y negro de Argentina dirigida por Belisario García Villar sobre su propio guión escrito sobre el argumento de Pedro Gregorio Madrid que filmó en 1950. La película tuvo como protagonistas a Hilda Vivar y Jorge Molina Salas.
El filme trata acerca del general Gregorio Aráoz de Lamadrid (1795-1857). Sobre este personaje los gauchos comenzaron a especular acerca de su supuesta inmortalidad a raíz de un episodio en la batalla de El Tala, del 27 de octubre de 1826, en que se batió solo contra quince soldados quienes, al no reconocerlo, le quebraron el tabique nasal, dos o tres costillas, le cortaron una oreja, lo hirieron en el estómago y luego le dieron un tiro de gracia. Cuando se enteraron de que se trataba de Lamadrid, volvieron al lugar pero el "cadáver" del "muerto" había desaparecido. Lamadrid, muy mal herido, se había arrastrado hasta un zanjón recuperando fuerzas y después se refugió en un rancho.
El filme fue prohibido por el Secretario de Informaciones Raúl Apold que cuestionó el tratamiento de próceres y hechos históricos que hacía la película que, según el funcionario, podían causar al espectador una impresión equivocada de lo que fuera la guerra de la independencia. Si bien más adelante se levantó la prohibición, el filme nunca fue estrenado comercialmente.
Lucy sigue recordando "Cuando se filmó la película se abrían a las nueve para ver la filmación. Yo iba acompañada con "Choli" Beutler. (…) "Sofía, la niña Costa, miraba desde el primer piso, la filmación" (…) "Contrataban extras que en muchos casos eran los chicos de los conventillos de la zona de San Martín y Luis Costa. (…) Allí había una familia que era muy numerosa de apellido Barraza y que fueron parte de la misma. Recuerdo que utilizaban caballos para representar a los malones" (…) Los artistas comían en el Palacio Hotel de Torres y Toffoli".
Lo cierto es que no fue la única película que usó las instalaciones "de los Costa", en realidad un corto de 12 minutos, en super 8 mm, en el año 1972, tuvo de protagonistas a vecinos como Guillermo Guasconi, "Ruphy" en el maquillaje, Osvaldo Dubois y Títí Rodriguez quienes fueron parte del proyecto con una temática donde un científico hacía sus experimentos (ver en Youtube, "Drácula en Campana").
A fines de los años 50 la casa fue rematada y luego adquirida por un privado, ésta fue alquilada a la empresa Cometarsa para ubicar el Club del mismo nombre donde el personal y su familia podría utilizarlos para diversos usos deportivos, sociales y culturales, festejándose cumpleaños, casamientos, concursos de disfraces y enseñanza de danzas.
Y en esto de las celebraciones surge otro testimonio oral el del matrimonio Genovesi-Tosto quienes nos recibieron con gran amabilidad y rica repostería y compartieron a partir de su álbum de bodas del día 25 de noviembre de 1960, su fiesta.
Elida se emociona al recordar ese momento, nombra algunos de sus invitados de familia tradicionales como los Savastano y al dueño de La Cigüeña, donde ella trabajaba, el querido Lalo Vota.
Y mientras las fotografías van pasando se aprecia a la feliz pareja de novios juntos a sus invitados, en la galería de piso damero, junto a la escalera, frente al imponente hogar ("en los salones de la planta baja había dos hogares") y disfrutando de la pista de baile "para casi cien invitados". Elida continúa en su relato "si bien las galerías estaban impecables además servían de lugar para el baile. Eso sí, el parque estaba feo y desprolijo. No estaba del todo arreglado el jardín. A pesar de todo eso no había en Campana muchos otros lugares para tantos invitados". Párrafo aparte merece la torta y el servicio gastronómico del inolvidable Garayalde, confitero de la IPA, organizador de los eventos más destacados de la época.
La nota de color y gran sorpresa luego de arrojar el ramo a las solteras presentes, apareció cuando Lalo Vota con su vehículo personal llevo a los novios hasta Buenos Aires a pasar su noche de bodas.
Por último, después de un café, nos compartieron hermosos recuerdos juntos a sus amigos del tango con los cuales forman un ameno y activo grupo de amantes del tango.
No negaremos la realidad. Las paredes no han resistido el paso del tiempo pero aún así, la memoria de muchos, las ganas de compartir lo vivido, mantienen viva la historia del lugar como si fuera la más fuerte de sus columnas.
Como verán es apasionante descubrir nuevas historias y como equipo de comunicación de ¡A toda Costa! La solicitud de material y agradecemos una vez más a la familia Genovesi-Tosto por haber sido la primera en brindarnos su testimonio. ¿Quiénes los siguen?
Agradecemos a la familia Genovesi-Tosto, a "Lucy" Vetovalli y a "Sisy" Petrosino el haber compartido sus recuerdos y su historia con la Casa de los Costa e invitamos a todos los vecinos que quieran sumarse a resignificar sus vivencias.
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