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Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoMuseo del Automóvil ‘Manuel Iglesias‘

Vía https://www.laautenticadefensa.net - Edición del 02/oct/2020



El 2 de octubre de 1975, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires sancionaba la Ley 8.501, reconociendo la obra que Don Manuel Iglesias construyó artesanalmente entre 1903 y 1907.

En 1971, el ruido de un bombeador de agua llamó la atención del Ing. Arnoldo Lucius en una visita a su amigo Juan Carlos Iglesias, quien le explicó que dicho motor había sido diseñado y construido a principios de siglo por su padre, Don Manuel Iglesias, para propulsar un automóvil de diseño propio. Incluso, reveló que guardaba otras partes mecánicas de aquella máquina en su casa de Villa Ballester. El dato llamó la atención de Lucius, que supuso que el hecho podía tener una relevancia histórica.

Así, luego de diferentes averiguaciones, que incluyó un testimonio revelador de Angela Castruonovo, quien recordó que siendo una niña había subido al automóvil de Don Manuel Iglesias, se logró establecer que el 20 de noviembre de 1907, aquella máquina transitó las calles de nuestra ciudad y fue el primer automóvil artesanal argentino.

Finalmente, el 2 de octubre de 1975, hace hoy 45 años, y en base a un proyecto presentado por el diputado provincial Julio Armesto, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires instituyó por Ley 8.501 como "Día del Automóvil Argentino" al último domingo del mes de noviembre y a la ciudad de Campana como "Cuna del Primer Automóvil Argentino".

DON MANUEL

Nació el 22 de enero de 1870 en Vila de Cruces, Pontevedra, España. Murió 85 años después, el 15 de enero de 1955 en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. Su vida se esfumó en el anonimato: desconoció en vida la dimensión de su obra. Falleció sin saber que su nombre permanecerá indeleble, sobre todo, en la memoria de una ciudad que le debe un símbolo único.

Manuel llegó al país cuando tenía 14 años. Se instaló en un campo de San Isidro hasta que, mediante una carta de presentación redactada por sus padres, recala en San Martín para aprender el oficio de carpintero. Cinco años después empieza a trabajar en el Departamento de Ingeniería de los talleres ferroviarios del Ferrocarril Central Argentino de San Martín. Allí nació el germen de su posterior logro: conoció la tecnología que impulsa a los trenes y se formó como mecánico mediante la lectura de revistas y libros especializados.

En la reseña que apunta el sitio Autohistoria, se explica que construyó un torno a pedal en su tiempo de ocio y compró su primer motor a explosión para realizar experimentos en materia de propulsión. Ingresó al departamento de autos y vagones del FCCA en Campana por expreso pedido y se afinca en una casa de la calle Colón 226, donde gestó su obra máxima. Asiduo lector de la revista Caras y Caretas, estimuló su deseo al ver notas sobre autos y aviones.

Manuel Iglesias quería inventar el suyo: le sobraban inquietud y razones. Invertía su tiempo muerto en el taller donde trabajaba y extendía su labor a sus horas libres, en su casa. Juan Carlos Iglesias Pelliza, uno de sus nietos, lo describió: "Era un hombre inquieto y de gran valía, y, al no tener la capacidad económica para comprar un automóvil propio, decidió hacerlo con sus propias manos".

Comenzó su construcción en 1903 y lo terminó cuatro años después. Su diseño era básico: un banco de madera para dos personas que dejaba en la trompa los tanques de agua y nafta. Estaba basado sobre un chasis rectangular de largueros, un eje rígido del que se desprendían la dirección y un mecanismo diferencial en el eje trasero. Montaba un motor monocilíndrico de 1938 centímetros cúbicos ubicado en la parte delantera. Se arrancaba con manivela y carecía de rodamientos y de cubiertas: sus ruedas eran rayos de madera con llantas de hierro. Tampoco tenía acelerador: un regulador de revoluciones sostenía el ritmo del motor en 400 revoluciones por minuto. Y su velocidad máxima estaba estimada en doce kilómetros por hora. Fue construido de manera artesanal por el propio Iglesias, a excepción de la bujía y el magneto.

La leyenda urbana dice que lo condujo por primera vez en una ocasión especial: cumpleaños de su esposa, María, con quien compartió el viaje bautismal del primer auto fabricado íntegramente en el país. Él, con 37 años de vida y cuatro de construcción, provocó la fascinación de una Campana impávida que descubría su invento. La proeza de circular a doce kilómetros por hora despertaba inquietudes: el primer vehículo nacional fue conocido en la calle como "el mataperros".

Aunque nunca haya matado a un perro y probablemente haya circulado poco, el auto de Manuel Iglesias vivió rodeado de misterio. Y como una paradoja, tal vez, al poco tiempo el auto dejó de ser un auto. Mientras en el mundo comenzaba la producción en serie del primer vehículo de fabricación masiva, el Ford T, el primer modelo de raíz argentina se convertía en una bomba de extracción de agua. Por motivos laborales, para la década del 20, Iglesias se trasladó a Villa Ballester, donde desarmó su invención para acondicionar su casa.

El auto recién recuperó su vocación en 1950, gracias a Juan Carlos, uno de sus hijos. Manuel tenía 80 años, no sabía que iba a vivir solo cinco años más, cuando escuchó de nuevo el motor de su obra maestra. Después de su muerte llegaron los reconocimientos. Primero el monumento en Campana, luego la sanción de la Ley Provincial 8501 y finalmente, en 1984 se funda el "Club Primer Automóvil Argentino Manuel Iglesias".

Su actual presidente es Adrián Chiorazzo, quien describe la simbología de este modelo histórico: "El vehículo para nuestra ciudad es todo". Incluso, se anima a estirar las fronteras del alcance de Don Manuel: cuenta que, según le reconoció el curador de un museo del automóvil antiguo en Brasilia, hay documentos que pueden atestiguar que el invento de Iglesias es el primer automóvil construido en toda Sudamérica.



DON MANUEL IGLESIAS FALLECIÓ SIN CONOCER LA TRASCENDENCIA QUE TERMINARÍA TENIENDO SU CREACIÓN.

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