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Vía https://www.laautenticadefensa.net - Edición del 17/sep/2017





Fernando Valdivia

La búsqueda obsesiva "por la salud" sin dudas tiene a los alimentos y la alimentación como uno de sus pilares centrales. "Alimentación Saludable", "Alimentación Consciente", "Alimentación Orgánica", "Alimentos libres de OGM (como vimos las semanas pasadas), son corrientes inscriptas como tendencias globales. Otras, de menor alcance, son las que remiten a la inclusión determinados alimentos como "infaltables" en la alimentación de cualquiera que se precie de querer "estar mejor". Chia, frutos secos, quinoa, semillas varias, yogures en mil formatos, concentrados proteicos, licuados de mezcla de vegetales y tantas otras opciones forman parte de estos modelos menos abarcativos pero con iguales aspiraciones de ser la solución al hecho de que la alimentación sea la "fuente de la salud". Alimentos vistos y utilizados como medicamentos, en una carrera que tiene su centralidad en prácticas que ponen a la salud como un objetivo determinante para los que buscan altos estándares de salud.

Estas prácticas "hacen ruido" a quienes estudiamos la alimentación como un fenómeno natural y no como un hecho médico susceptible de "tratamiento". Especialmente por no adecuarse a los hechos que la biología nos muestra como comportamientos naturales o normales en torno de los alimentos y la alimentación. Vemos vidas que se alteran y se van condicionando negativamente (y de manera obsesiva) con el objetivo supuesto de estar haciendo las cosas bien. Paradójicamente, estas conductas derivan en lo contrario de lo que se espera de ellas: la búsqueda de bienestar podría estar generando un nuevo tipo de enfermos. El "remedio" siendo peor que la "enfermedad".

¿La cultura del bienestar causa ortorexia?

Más allá de los habituales trastornos del comportamiento relacionados con prácticas obsesivas-compulsivas que bien describe y trata la psiquiatría, una de las derivaciones de esta "obsesión por la salud" se ha dado en llamar específicamente "ortorexia". La persona suele evitar ciertos alimentos, como los que contienen grasas, conservantes, colorantes artificiales, o buscar otros específicos a los que le confiere "propiedades especiales", incluyendo el auto-castigo cuando se come algo "no permitido", llegando a restringir consumos de muchos alimentos. En cualquier caso, esto suele ser la base de una mala alimentación que, en casos graves, puede derivar en malnutrición o desnutrición entre aquellos seguidores de "dietas saludables".

El término "ortorexia" fue acuñado por Steven Bratman, un practicante de medicina alternativa, quien, en un artículo de 1997 escrito para una revista de Yoga, describe cómo muchos de sus pacientes habían reducido la dimensionalidad de sus vidas humanas asignando un excesivo significado y poder a lo que ponen sus bocas. La primera mención científica de este trastorno fue hecha en 2004, pero tomó otra década para que el término ingresara como parte del léxico popular.

Se cree que alrededor del 1% de la población padece ortorexia, pero las tasas llegan a más del 80% entre las personas obsesionadas con el cuidado extremo de sus cuerpos. Las investigaciones mencionan a las personas muy involucradas en el mundo del bienestar, como instructores de yoga, dietistas y estudiantes de nutrición y veganos, entre otros grupos. A diferencia de la anorexia, en la ortorexia no se trata de adelgazar, sino de de "alimentarse de manera saludable" (pero con prácticas obsesivas), por lo que hay una peligrosa recompensa cultural, como muestra un libro sobre estos temas titulado: "El mundo te felicitará si te sientes bien".

El poder de los nuevos medios y los influenciadores de opinión

Vengo sosteniendo en mis columnas que la intervención de las "ciencias del bienestar" logra exactamente el resultado opuesto al que buscan. Es decir: a mayor medicalización de la alimentación, mayores los problemas asociados con la misma. Y el caso de la ortorexia no escapa a esta tendencia.

Una de las hipótesis centrales que explica la irrupción de este desorden alimentario está en la gran difusión de literatura y prácticas que están permanentemente dando instrucciones acerca de como llevar "una vida más saludable". Este hecho fue corroborado con una investigación realizada especialmente para estudiar el efecto de las redes sociales. Pixie Turner, un bioquímico y nutricionista que también sufrió ortorexia publicó recientemente un artículo científico en el que encontró que "un mayor uso de Instagram está vinculado a un aumento de los síntomas" del trastorno, "sin ningún otro canal de medios sociales que tenga este efecto". El trabajo de Turner cita que la naturaleza de esta red, cuyos contenidos ponen énfasis en las imágenes de comidas y cuerpos, hace a las personas más susceptibles a los trastornos de la alimentación. A tal punto que se observó un incremento de este trastorno a partir del año 2010, que es el año de la creación de esta red social.

Instagram comenzó a crecer masivamente en usuarios desde 2013, siendo hoy uno de los canales digitales preferidos por los más jóvenes. Interesante desafío para aquellos padres preocupados en ambas problemáticas actuales: la alimentación de sus hijos y la influencia de las redes sociales en sus vidas.

Dr. Fernando Valdivia / Email: fv@fernandovaldivia.com / Sitio Web: www.fernandovaldivia.com


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